Tenía un amigo que hacía honor a su nombre, se llamaba Valentín, y no, no se enamoraba ni enamoraba a nadie con facilidad, sino que era muy valiente. O de eso presumía, nos enseñaba fotos de sus vacaciones cada año, en las que hacía puenting , escalada o acrobacias acuáticas agarrado a una cuerda que sujetaba una moto de agua. Tenía ciertos celos de él, aunque le admiraba por dentro de todo lo que hacía y podía económicamente, cosa que hizo que nuestra amistad siguiera cada vez con más fuerza.
En el verano de 2019, me dijo que le habían invitado a hacer el Caminito del Rey, en Ardales, en Málaga y que si yo quería ir con él tenía todo pagado y no me preocupase de los gastos. Yo no quería darle más gastos o no interferir en su proyecto de vacaciones hasta ahora las había hecho él y se regocijaba de sus logros.
Fue entonces, cuando me dijo su secreto, esas fotos eran trucadas y no hizo ninguna de las cosas que tanto me sorprendían. Quedé decepcionado, pero al mismo tiempo alegre de que era mentira tanta adrenalina. Me comentó que no se lo contara a nadie, cosa que acepté.
Me volvió a repetir la sugerencia de ir al dicho caminito, enseñándome fechas de salida y vuelta,2 habitaciones de hotel reservadas y todo. Parecía todo correcto y pagado ya de antemano la mitad, osea que lo suyo estaba pagado y me enseñó hasta su cuenta corriente, con confianza para que pudiera ver que tenía dinero suficiente para el viaje y para un acompañante sin problemas, ese sería yo.
No quería ni que fuera Ana, una amiga especial para él, con el que tiene buen roce pero no se atreve a dar el paso por si pierde a posible novia y amiga a la vez.
Cada día me lo repetía, por WhatsApp o en persona, hasta que me convenció.
Llegamos a Ardales, un pueblo bonito, encima de una pequeña montañita y un Parque Nacional que lleva su nombre. Con todos los lugares que había allí, tan hermosos, él solo pensaba en el Caminito. Yo busqué allí sobre el lugar, me entraron sofocos y el remordimiento de no haberme informado antes, pues padezco de vértigos pero me decía que eso es miedo y no, el miedo a la altura es la acrofobia. Detesto que lo confundan. El caso es que ya estábamos ahí, así que adelante, que remedio.
Valentín contrató a un guía, que se llamaba Toni, y mandaba su planificación de recorridos siempre con un regalo de origami con forma de sirena. En el grupo también estaba una granaina alocada, que a pesar de su sonrisa decía tener mucha “malafollá” si le aguaban las pascuas, un venezolano que visitó España ese año y que siempre había soñado con venir a nuestro país, siempre soñando despierto, llevaba un “amuleto”, un colgante con la figura de el Hombre de Hojalata, de El mago de Oz y otra mujer más que no recuerdo su nombre.
Llegamos al principio del camino, me entraron temblores de piernas y me negué a dar un paso más, el venezolano, la granaina y Toni trataban de animarme, pero Valentín me miraba y su cara lo decía todo, o me animaba o se lo tendría que devolver todo tarde o temprano.
La chica anónima me ofreció su mano. Fue como un hechizo que me trastoca por dentro quitándome todos los temblores que tenía por dentro. Todos se reían de mí, todos menos ella. Pasamos todo el camino de la mano y admirando el paisaje. Mientras Toni iba explicando cada cosa a la granaina le dio por meternos más miedo o quizá ánimo con sus comentarios, de que eso no era altura. Yo seguí tranquilo de la mano de esa chica tan dulce que me ayudó y Valentín a partir de ahí agarrándose a la cuerda que hacia de barandilla.
Nos hicimos unas fotos, que perdí y que Valentín rompió su copia porque estaba con cara de horror y sujeto a la cuerda.
Al terminar nos separamos. El venezolano empezó a escribir, la granaina se volvió a su tierra. Toni siguió con sus excursiones y sus sirenas de origami. La anónima se marchó a su casa también, pero su ayuda se me quedó grabada como tinta de tatuaje en el alma.
Valentín y yo volvemos a nuestra ciudad y yo comenté mi experiencia en el caminito, cosa que no gustó y nos distanció. Entonces fue cuando me dijeron todos, déjale que es un fanfarrón, siempre presumiendo de cosas que no ha hecho realmente. Es muy bueno con el ordenador pero es falso.
Yo fui Valiente, o eso creo, Valentín no.
Ahora estoy en Cataluña. Me hice una amiga, que se llama Carmen, si el tiempo quiere y somos amigos un día me enseñará el Oceanographic, siempre quise recorrer in poco el mundo submarino. Pero esa es quizá, otra historia.